Así como la ausencia de un ser querido nos induce a valorar lo que significa para nosotros también hay cosas cuyo poder evocador sólo vislumbramos cuando desaparecen de nuestra vista. En consecuencia, no es extraño que frente al vacío que aparece cuando las cosas dejan de existir, nos sintamos perturbados por lo que fuimos incapaces de ver. Sin que tengamos que obsesionarnos en analizar lo que nos rodea ni empecinarnos en desvelar los pormenores de su existencia, lo cierto es que la poca atención que le prestamos a nuestro entorno nos invalida para apreciar la riqueza de sus matices.
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